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Puertas abiertas al acompañamiento en el Centro de Asistencia a la Víctima

Con equipos interdisciplinarios y una red de trabajo en expansión, el Centro de Asistencia a la Víctima acompaña desde hace más de una década a personas que atraviesan procesos judiciales; esto es brindar acompañamiento, contención y asesoramiento legal y emocional a víctimas y testigos de delitos. En diálogo con Infomedia24, profesionales del CAV detallaron cómo abordan cada caso, qué obstáculos enfrentan y por qué el trabajo comunitario es esencial.

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En el edificio del Poder Judicial de Río Gallegos funciona una de las áreas más sensibles del sistema judicial: el Centro de Asistencia a la Víctima (CAV). Su objetivo es brindar acompañamiento, contención y asesoramiento legal y emocional a víctimas y testigos de delitos.

Infomedia24 dialogó con su equipo interdisciplinario, integrado por profesionales de la psicología, el trabajo social y el derecho, para conocer en profundidad cómo acompañan a quienes atraviesan situaciones de violencia o delitos traumáticos.

“Siempre creemos que es mejor trabajar en comunidad, porque las personas que llegan acá muchas veces están atravesadas por otras problemáticas”, dijo Luciana Vásquez, trabajadora social del CAV en Río Gallegos. El lugar, dependiente del Poder Judicial de Santa Cruz y creado bajo la Ley 2832, funciona desde 2010 en esta ciudad, con equipos interdisciplinarios que también están presentes en Caleta Olivia y Puerto Deseado.

Luciana explicó que en el CAV trabajan profesionales del derecho, la psicología y el trabajo social: “Nosotros no solamente atendemos a la víctima, sino también a los testigos, que pueden ser familiares o amigos que están acompañando el proceso”. El objetivo es claro: orientar, contener, asesorar. Y sobre todo, escuchar.

Desde el área legal, la abogada María Laura Centurión señaló: “Lo que hacemos es garantizar a las personas víctimas de delito el acceso a la información sobre el estado del proceso penal. Pero, además, las acompañamos en ese tránsito, que muchas veces es desconocido, confuso y angustiante”. Para ella, todo comienza con una premisa: “Toda persona que tenga una causa penal en trámite puede ser incorporada al espacio victimológico que brindamos en el CAV”.

En esa línea, Julia Arias, psicóloga del equipo, remarcó que “el delito afecta muchas dimensiones de la vida de una persona: lo emocional, lo social y lo legal. Muchas veces llegan personas que nunca antes habían denunciado y no comprenden lo que ocurre en el proceso”. Y añadió: “Cuando reciben una citación o un documento, no saben qué significa, y eso genera más angustia. Por eso el acompañamiento tiene que ser claro, humano y constante”.

Pero el trabajo del CAV no termina en sus oficinas. “Nos vinculamos con otras instituciones: el Ministerio de Salud, el Ministerio de Desarrollo, el Hospital Regional, las escuelas, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia”, explicó Arias. Y destacó: “Muchas veces cuando se hace una denuncia penal, uno se encuentra con que la vulnerabilidad es mucho más amplia que el hecho en sí. Ahí es donde se vuelve fundamental el trabajo en red”.

Para Silvana Ortiz, licenciada en Trabajo Social e integrante del equipo, ese entramado institucional es parte del abordaje integral que se busca. “Nosotras trabajamos con historias, con procesos. Ninguna víctima es igual a otra. Aunque estén atravesadas por un mismo delito, lo que vivieron y cómo lo vivieron es diferente”, dijo.  “Por eso escuchamos mucho. Nuestra tarea no es juzgar ni definir por ellas. Es estar, acompañar, generar confianza y fortalecer”.

Desde la psicología, Gabriela Maitre pone énfasis en ese sostén emocional: “Hay personas que llegan sin poder poner en palabras lo que vivieron. Lo primero es crear un espacio seguro. A veces se acercan pensando que tienen que contar todo de golpe, y no. Acá hay tiempo, hay cuidado. Les explicamos que vamos a ir paso a paso, que lo importante es que no están solas”.

Mónica Gleadell, quien se desempeña en la parte administrativa del CAV, también forma parte del engranaje que recibe a cada persona: “Desde el momento que llegan, tratamos de darles un ambiente de contención. A veces entran en silencio, sin saber si están en el lugar correcto. Y cuando se van, lo hacen un poco más tranquilas, sabiendo que alguien las escuchó”.

Desde el primer contacto, quienes llegan al Centro de Asistencia a la Víctima encuentran una escucha activa. Mónica Carlota Gleadell es administrativa, pero su tarea va mucho más allá de entregar un turno. “Mi función acá, más allá de otorgar un turno, es escuchar a la persona cuando viene con su necesidad, si se siente sola, como que nadie la escucha… como que pasó recién”, explica. Con sensibilidad y compromiso, muchas veces es la primera en contener el relato de quienes atraviesan situaciones de violencia. “Siempre mi lema es: nosotros estamos acá. Si no conocés la pregunta, sacá una fotito, y si no lo sabemos, nosotros lo averiguamos”.

Además de su rol de contención inicial, Gleadell también lleva el registro estadístico de las consultas que ingresan al Centro. “Actualmente el porcentaje más alto es de abuso sexual y sigue violencia de género”, detalló. La mayoría de las personas que llegan son mujeres, adolescentes, niñas y niños, aunque también hay varones adultos que se animan a buscar ayuda. “Con un poquito de vergüenza, pero se animan a pedir el turno”, cuenta. Su objetivo es claro: “Convencerlos de que acá van a poder reparar, que se los va a ayudar el equipo que tenemos: las licenciadas, la psicóloga, nuestra abogada… Si no sabemos, lo averiguamos, y es como que no te muevas de tu casa: nosotros lo hacemos por vos”.

Cada integrante del CAV tiene una función específica, pero todas coinciden en algo: acompañar a una víctima es mucho más que asistir en lo legal. Es reconocer un dolor, validar una historia, tender una mano.

Para cerrar, Centurión subrayó la importancia de un abordaje interdisciplinario en cada caso que llega. “Sí o sí es importante que la persona venga, tenga su turnito y nosotras tres podamos escucharla: la trabajadora social, la psicóloga y yo”, explica.  Ese primer encuentro les permite “desmenuzar la situación” y que cada una, desde su área, pueda ofrecer una respuesta: “De mi parte, asesoramiento, información y acompañamiento, que muchas veces también se brinda desde el trabajo de las chicas”.

Lo fundamental es que quien acude al Centro encuentre un espacio seguro donde pueda hablar con tranquilidad.  El equipo trabaja con la premisa de garantizar todos los derechos que amparan a las víctimas, desde las normas internacionales hasta las leyes nacionales y provinciales: “Esto incluye acompañamiento, asesoramiento, asistencia, el derecho a ser oído, el derecho a tener una asistencia psicológica, acompañarlos en el proceso en sí”. Y concluye con firmeza: “Esa es nuestra función, básicamente, desde acá”.

“Este no es un trabajo de recetas. Cada persona trae su mundo, su contexto, su dolor. Lo nuestro es un trabajo artesanal, humano. Y por eso necesitamos estar articuladas, compartir miradas, construir en conjunto”, concluyó Luciana Vásquez.

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